Se va la luz y nos quedamos atrapados en el ascensor
03/04/2016
Vivo en un pueblo industrial del norte de España. Tengo 35 años y soy de complexión normal, aunque con un ligero sobrepeso. Soy heterosexual aunque no voy a negar que de vez en cuando surge una persona de mi sexo que me atrae, principalmente algún que otro adolescente.
Aquel día yo regresaba a casa después del trabajo. Serían poco más de las ocho de la tarde, y poco antes de llegar al portal estalló una tormenta de todos los demonios, con relámpagos, truenos y un copioso aguacero. Terminé corriendo los 50 metros escasos que me separaban del portal y nada más entrar, llegó a toda prisa un vecino del octavo piso (yo vivo en el décimo). Es un muchacho de unos dieciocho años, delgado y de mi estatura. Es un chico poco hablador, pero se le ve buena persona. Le conozco desde hace diez años, pero justamente ahora, al verlo entrar al portal corriendo y chorreando agua me fijé en él. Viste un niki crema y pantalón corto, ya que estamos en pleno verano. Su pelo es color castaño muy clarito.
-Pasa muchacho, que estás empapado. Le digo
-Gracias, contesta ¡cómo llueve!
Llamamos al ascensor y el oprime el botón de su piso. Subimos en silencio. Procuro no mirarle, pues me parece que va a notar que de repente me he puesto muy nervioso, y sin poderlo evitar dirijo un par de veces la vista hacia su bragueta. Estamos llegando al sexto piso cuando se escucha un trueno especialmente fuerte, se va la luz y el ascensor se para. En pocos segundos nos ilumina el acumulador de emergencia, que yo sé tiene una autonomía de dos horas escasas. Bueno, suficiente para que vuelva el fluido eléctrico y podamos salir.
-Vaya faena. Ahora sí que estamos pringados, le digo jovialmente, pero al mirarle me doy cuenta de que está asustado, y mira el indicador del piso donde estamos. Inútil, pues no funciona. Vuelve su mirada hacia mí y me pregunta cuánto durará esto. Naturalmente le contesto que no lo sé, es cosa de la tormenta, pero no creo que la compañía eléctrica demore mucho la reparación. Supongo que de quince a treinta minutos. Me pregunta, nervioso, si el ascensor está seguro o Yo, que casualmente soy administrador de la casa estos meses, estoy enterado y le contesto que están pendientes de venir los técnicos para cambiar los cables de sustentación y el de limitación de velocidad, pero que sería mala suerte que se rompieran ahora. Naturalmente, yo estoy razonablemente seguro de que eso no ocurrirá, dado que se cambian por precaución, pero su vida útil, según los técnicos, es de dos años más. Además están las cuñas de frenado, de las que nada le digo. Exagero la parte negativa porque se me está ocurriendo algo
Me doy cuenta de que mis comentarios le han infundido temor, y unido a que está empapado, su cuerpo comienza a tiritar sin poderse contener.
-Oye, ¡tranquilo! Esto no se va a caer así que no te pongas nervioso, le digo, mientras doy un paso hacia él. -Chico, estás empapado. Vas a pillar una pulmonía. Es mejor que te quites el niki e intentaré secarte.
Está de acuerdo, pues la verdad es que tiene mucho frío. Queda desnudo de cintura para arriba, y puedo ver que no tiene vello en el cuerpo. Con un pañuelo le seco lo mejor que puedo, pero continúa temblando y muy nervioso. Le propongo darle un pequeño masaje con el doble fin de terminar de secarle, y a la vez relajarle.
-Estás muy tenso. Hazme caso, verás como te sienta bien.
No muy convencido, no es que acepte, es que como yo comienzo a masajearle las clavículas, opta por no oponer resistencia y se deja hacer. Tiene la piel muy suave, de adolescente, y mi masaje se extiende por los brazos y el pecho, llegando a acariciar de pasada sus pezones, que están duros. Él mira hacia el suelo y no dice nada, mientras poco a poco llego al estómago. -Date la vuelta, le digo. Se gira cara a la pared e inicio el masaje de su espalda. Nunca lo había hecho, pero creo que me salió bien pues noté que se relajaba. En esa posición, le contemplé a mis anchas el culito. Lo cierto es que a través del pantalón no se apreciaba mucho. En realidad casi nada, pero solamente eso sirvió para que notase que mi polla reaccionaba. Contuve mis deseos de acariciarle las nalgas y le indiqué que girase de nuevo, y se puso de cara hacia mí.
-Estupendo, esto funciona, le dije, ahora vamos a dar un masaje en las piernas.
-No hace falta, dijo muy bajito, ya estoy mejor.
-Pues claro que estás mejor, ya lo noto. Pero con un masaje en las piernas quedarás como nuevo, ya lo verás.
Y sin más, me agaché ante él y comencé a frotarle los gemelos. Dedicaba una mano a cada pierna y el masaje fue concienzudo, hasta que noté como sus músculos se relajaban. Entonces subí hasta las rodillas y miré hacia arriba, a su cara. Tenía los ojos cerrados. Me animé muchísimo y extendí mis manos hasta abarcar por completo sus pantorrillas. Tampoco tenían pelos, eran suaves y excitantes. Me arrodillé para estar más cómodo pues hasta entonces mi posición en cuclillas no me permitía estar a gusto, y en esta nueva postura mi cara quedó a la altura de su entrepierna. Continué el masaje de sus muslos, dedicando ahora dos manos a una pierna, ahora a la otra, ahora una mano a cada una, y subiendo cada vez un poquito más hasta que mis dedos rozaron los bajos de su pantalón corto. Ahí me entretuve un momento para seguir muy poco a poco hacia arriba bajo el pantalón. Mis caricias, que ya no eran masajes, a la parte interior de sus muslos se duplicaron. Miré hacia arriba nuevamente y vi que continuaba con los ojos cerrados, aunque su respiración se aceleraba un poco, me pareció Mis manos continuaron hacia arriba lentamente, sabiendo que en cualquier momento rozaría con la punta de los dedos su slip, y eso era sumamente peligroso, pues se podía espantar y me dejaría sin más opción que el socorrido cinco contra uno. Acerqué mi boca a su bragueta y exhalé mi aliento suave y caliente. En ese momento mi mano derecha, en su muslo izquierdo, rozó el slip y se apartó rápidamente. Al poco repetí el roce, pero un poco más largo y al volver a mirarle a la cara vi que seguía igual, con los ojos cerrados. Este chico se deja hacer, me dije. De todas formas me forcé a continuar lentamente. A todo esto, mi aliento comenzaba a surtir efecto, y pude ver que bajo su pantaloncito crecía un bulto muy significativo, que por la posición de su polla cuando estaba en reposo, tomó orientación hacia su izquierda, es decir, a mi mano derecha.
A todo esto, mi mano izquierda se orientó hacia su culito, llegando también a rozar el elástico inferior de su slip. Con lo que mis dos manos rozaban levemente el slip. Mis caricias se fueron alargando y ya no abandonaba la tela de su ropa interior, sino que me adentraba en ella poco a poco y en un momento sentí el bulto que su polla hacía. Acaricié su contorno con delicadeza, mientras la mano izquierda ya cubría completamente una nalga de mi lindo muchachito y la oprimía suavemente. Él seguía quieto y con los ojos cerrados, pero la cosa le gustaba y para prueba la erección que tenía, pues ahora yo estaba acariciando su polla por completo, y no la tenía pequeña por cierto, y la notaba durísima. En un momento dado se la oprimí y dio un respingo, pero siguió quieto, así que comencé a masajeársela por encima del slip, mientras la mano derecha era ya completamente dueña de su culito, recorriéndolo en todos los sentidos y notando su dureza. Para mí la situación ya era difícil de aguantar y decidí pasar a la acción en serio, es decir, meterle mano bajo la ropa interior. Las dos manos a la vez, cada uno en su terreno, se introdujeron bajo su slip sin encontrar resistencia. Agarré su polla y la apreté con fuerza. Estaba caliente y muy dura. Con mi dedo pulgar le acaricié el capullo, sintiendo que daba un respingo. A la vez, le oprimía con fuerza el culo y un dedito comenzaba a explorar lentamente su raja, camino del agujero posterior.
En ese momento me empezó a estorbar su ropa. -Quítate el pantalón, le dije, y como no se movió se lo repetí en tono más serio. Ahora sí, aflojó el botón y bajó la cremallera. El pantalón cayó hasta sus tobillos y yo entonces le bajé delicadamente el slip, dejando ante mi vista lo que mis manos ya conocían. Una bonita polla de buen tamaño, pero no exagerada, unos huevos redondos y duros, y el culo que lo vería inmediatamente.
Orienté su polla hacia mi boca y empecé a lamer suavemente su capullo, para a continuación metérmela en la boca y darle una suave mamada, a la vez que le masturbaba. Su cuerpo reaccionó y ya no estaba quieto. Se agitaba levemente y gemía de vez en cuando. Tuve que parar muy deprisa, si no se me hubiese corrido ya mismo. Le di la vuelta y su culito quedó a la altura de mis ojos. Y qué culo. Redondo, blanco, sin pelos. El culito soñado de un quinceañero. Dediqué mis dos manos a tocarlo por entero, dándole también algún mordisco suave y varios azotes. Lo fui abriendo poco a poco, hasta dejar a la vista su maravilloso agujerito. Lo toqué y se contrajo como una flor. Abriéndole bien las nalgas con mis manos, dediqué mi lengua a hacerle conocer las delicias del beso negro. Recorrí a fondo las inmediaciones y luego pasé al agujero. Lo ensalivé bien, lentamente y con la punta de la lengua comencé a, casi, follarlo. Su agujerito se relajó y se abrió un poco, con lo que mi saliva entró más aún, lubricándolo lo mejor que pude. Su sabor acre no me importaba y me moría de ganas de meterle la polla hasta dentro, pero no quería hacerle daño, así que le hice doblarse hacia delante, apoyado en la pared con sus manos, y le metí lentamente el dedo índice, con cuidado y previamente ensalivado, que aunque con alguna dificultad fue entrando, notando su calor y su tierno y mullido interior. Al final entró hasta el nudillo y comencé a moverlo dentro, con un sentido de rotación y de mete y saca que le debía gustar muchísimo, ya que ahora no paraba de gemir, mientras se había agarrado la polla con una mano y se la meneaba suavemente. Yo también hice lo mismo pues no podía aguantar sin tocármela.
Entonces me levanté sin sacar mi dedo de su culo y giré para colocarme de frente a él, intentó ponerse recto pero no le dejé. Cogí su mano y la puse en mi polla, que empezó a menear torpemente, pero no importaba, para mí era delicioso. A todo esto mi dedo no estaba quieto dentro de su culito, lo saqué y con su jugo y mi saliva, lubriqué otro dedo y le metí los dos. Suspiró de gusto y estuvimos un buen rato en esa posición, el meneándomela y yo follándole con dos dedos inquietos, hasta que ya no pude más y le dije que se volviese de nuevo cara a la pared. -Venga chaval, que te voy a dar por culo. No se lo hizo repetir y rápidamente me presentó su precioso culito, separando incluso sus cachetes con las manos. Yo, ante su agujerito ofrecido difícilmente me pude contener y por poco lo follo a lo bestia. Por suerte, uno está civilizado. Coloqué mi capullo en su agujero y lo moví poco a poco, apretando suavemente. Entró un poco y me detuve. Luego un poco más. Atrás y adelante, y así hasta que tuve dentro todo el capullo y parte de mi polla. Entonces sin poderme contener, empujé y en dos o tres viajes se la introduje hasta los huevos. Ahí me quedé quieto, observando como él gemía un poco, de dolor y de placer. Era maravilloso sentir sus blancas nalgas contra mis caderas y su cálida opresión en mi verga. Comencé a bombear lentamente y poco a poco fui acelerando el ritmo, a la vez que con una mano le masturbaba con fuerza. Él no aguantó mucho y se corrió a lo bestia, gritando y todo, que tuve que taparle la boca, y poniendo perdido el suelo del ascensor. Con la corrida se agitó lo indecible, y sus movimientos de culo llegaron a volverme loco, alcanzando yo también el orgasmo, un orgasmo como hacía tiempo no experimentaba. Me corrí íntegro dentro de él llenándole de leche para después acabar apoyado contra su espalda con la polla dentro. Estuvimos así un rato y al sentir que se movía para sacársela y notar mi polla esos movimientos, se puso en pié de guerra nuevamente y no le dejé irse, sino que nuevamente comenzó por mi parte el vaivén, acompañado esta vez por unos cuantos azotes a su culo, que provocaron unos ¡ayes! Tan excitantes que rápidamente me corrí otra vez, quedando de verdad esta vez exhausto por completo.
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