Mi primera experiencia con una madura, mi vecina.

28/11/2016

Soy un chico normal, más o menos guapo por el éxito que tengo entre las chicas. Soy moreno y mido 177, de cuerpo más o menos atlético.

Hace dos años me mudé a la capital por motivos de trabajo, después de mucho buscar terminé compartiendo piso con un chico y una chica de 24 y 28 años respectivamente. Muy majos, con los que terminé teniendo muy buena relación. El piso estaba en un buen barrio de Madrid, tenía tres habitaciones y la convivencia resultaba agradable. En el edificio vivía gente de todo tipo, desde estudiantes, parejas jóvenes, hasta abuelos solos.

Mi horario me permitía llegar a casa a las siete de la tarde más o menos todos los días. Lo que me daba tiempo a hacerme la cena con tiempo, salir a tomar una caña, salir a dar un paseo...o cualquier cosa antes de acostarme. La rutina era siempre la misma, llegar a casa, hacer alguna tarea doméstica, hacer algo de vida social y acostarme a eso de las doce. Los fines de semana ya eran harina de otro costal.

Tanto ahora y por aquel entonces tenía novia, pero no hablaré mucho de ella porque no tiene participación en lo que sucedió a continuación.

Un día, al volver de trabajar me encontré a mi compañero de piso, vamos a llamarle Juan, tomando unas cañas en un bar cercano. Como me cogía de camino y no tenía nada mejor que hacer, decidí pararme con él y sus amigos en la terraza del bar a tomar un par de cañas. La cosa se fue alargando, y después de tres horas ya nos marchábamos un poco borrachos. Sobre todo fue el hambre lo que nos empujó a dejar de beber.

Cuando estábamos de vuelta en el portal, justo antes de que se cerrase la puerta, me di cuenta de que una chica (o señorita, o señora, no sé muy bien como definirla) se dirigía hacia la puerta apresurada para intentar entrar antes de que se cerrase. Así que amablemente me quedé unos segundos sujetando la puerta. Cuando la señorita se acercó, me dio las gracias entre suspiros y sofocos. Ella pasó acelerada hasta el ascensor, que se quedó esperándolo con bastante impaciencia. Mi compañero y yo nos quedamos mirando al pedazo de mujer que acababa de entrar, un poco más bajita que yo, con unos leggins negros ajustados, un culo respingón donde se marcaba cada nalga de manera independiente, una cadera y cintura un poco anchas pero bastante bien cuidada, y unos pechos maravillosos dentro de una blusa roja algo ajustada.

Nosotros nunca cogíamos el ascensor, como vivíamos en un primer piso solíamos subir andando, aunque en esa ocasión nos quedamos con las ganas de meternos en el ascensor con ella.

-Hasta luego- le dije.

-Hasta luego vecinos, y gracias- contestó sonriente.

Me quedé un poco sorprendido, era la primera vez que la veía en tres meses de convivencia. Pero ella ya sabía que éramos sus vecinos.

Mi compañero Juan y yo comentamos que esa madurita morena estaba para comérsela, que estaba muy bien cuidada y que la ropa que llevaba era espectacular en su cuerpo.

El encuentro se quedó ahí, en las próximas semanas no volvimos a verla y poco a poco se nos fue olvidando.

Antes de las vacaciones de navidad tuve otro encuentro fortuito con la madurita en cuestión. Como no vivo en Madrid, salía con las maletas para pasar la navidad con mi familia. Pedí el ascensor para no bajar con la maleta por las escaleras. Cuando el ascensor se abrió estaba dentro un señor de unos 50 años y el que parecía (de hecho lo era) su hijo, de unos 6-7 años. Bajé con ellos hasta el portal, y cual es mi sorpresa cuando veo de nuevo a la madurita, con una maleta también, sujetando la puerta y esperando al que era su marido y su hijo.

-Hola vecino- Me dijo alegre.

-Hola ¿vosotros también pasáis la navidad fuera?- contesté.

-Nos vamos con mis padres, así el chiquillo disfruta de sus abuelos, y sus abuelos de él- respondió el señor.

-Yo también me voy con mis padres, ¡a la vuelta nos vemos!- añadí.

-¡Que pases felices fiestas! ¡Hasta la vuelta!- sentenció la madurita.

Cuando me fui a la estación de tren, iba pensando lo mismo que la última vez que la vi. Esa madura estaba despanpanante, tenía unas piernas maravillosas, hasta su cara era bonita a pesar de la edad.

De nuevo, al igual que la vez anterior, a los pocos días me olvidé de ella. Aproveché las vacaciones de navidad para descansar con mi familia y para pasar tiempo con mi novia, que hacía un mes que no la veía.

A la vuelta todo siguió igual. Vuelta a la rutina, tenía la suerte de tener unas horas todas las tardes y de tener los fines de semana libres. Hasta que tuvo lugar el tercer y definitivo encuentro...

Un sábado, después de hacer la compra, volvía a casa con una bolsa en cada mano. Al llegar al portal me encuentro a mi deseada madurita sujetando la puerta.

-Esta vez soy yo la que te devuelvo el favor- me dijo en voz alta desde unos metros.

-Si, muchas gracias, así no tengo que sacar las llaves- añadí bastante nervioso al encontrármela igual de despampanante que siempre.

-¿te ayudo con las bolsas?- preguntó.

-No, no hace falta, gracias. Muy amable- contesté.

-Pues creo que yo si tengo que pedirte un favor- me espetó para mi sorpresa.

-Dime si, ¿qué sucede?- seguí.

-Pues ¿recuerdas que nos íbamos a casa de mis suegros a pasar las vacaciones no? resulta que mi suegro, el abuelo de Dani, se ha puesto malo y está en el hospital. Este fin de semana mi marido y mi hijo han ido a pasar dos días con ellos al pueblo- añadió la madurita mientras caminábamos hacia el ascensor.

-Si...dime...- dije arrastrando las palabras y bastante nervioso.

-Bien, hemos hecho un montón de fotos con la cámara de mi marido en estas fiestas. Yo me llevo fatal con la informática y él me pide que le mande las fotos hoy mismo para enseñárselas a su padre. Pero es que no sé ni pasarlas de la cámara al ordenador- finalizó con tono simpático.

-Vale, no hay problema, hasta ahí creo que me puedo manejar. ¿En qué piso vives? Dame 5 minutos que guarde la compra y le ayudo- dije.

-En el 5ºC ¡Y no me trates de usted por dios! Que todavía soy joven- Dijo mientras se metía en el ascensor y yo ponía el primer pié en las escaleras.

Cuando entré en casa estaba alucinado, no había nadie, sino se lo hubiera contado a Juan de lo nervioso que estaba. Guardé lo que había en las bolsas, fui al baño, lavé los dientes, me miré en el espejo, me crují los dedos de las manos y salí en direción al 5ºC.

-Hola, ya estoy aquí de nuevo- Dije sonriente.

-Si si, pasa, el ordenador y la cámara están en mi habitación, creo que necesito algún cable, pero no estoy seguro de si lo tengo o no- añadió.

Empecé a caminar detrás de ella por el pasilllo de su casa, la mirada se me iba completamente hacia el culo y las piernas de la morena. Al doblar la esquina descubrí que había un espejo en la pared y que ella estaba mirándome a la cara mientras me guiaba a su habitación. Al verme descubierto me puse todavía si cabe algo más nervioso y con la cara colorada. Pero ella no dijo nada.

-Bueno, pues ahí está la dichosa cámara, tengo que enviarle las fotos por correo, tu dirás lo que hay que hacer- dijo al entrar en su habitación.

Me senté en el escritorio, cogí la cámara y saqué la tarjeta de memoria, la intruduje en el ordenador y le enseñé las fotos.

-¿son estas las fotos?- pregunté.

-Si si, anda qué rápido, y lo torpe que soy yo con todos estos chismes...Vale ¿y ahora como se lo envío por correo?-contestó.

-Pues primero hay que descargarlas al ordenador, y luego cargarlas en el correo o en la nube para que se las puedas enviar- dije.

-A vale si, lo de enviar correos y archivos en la nube ya me suena más, pero por si acaso no te vayas-dijo.

Seleccioné las fotos y las copié en una carpeta que le creé en el escritorio, eran un montón, el aviso de Windows dijo que quedaban 16 minutos.

-Uuhh si que va a tardar, me voy a dar una duchita que no he parado en todo el día, no te vayas que me tienes que ayudar a enviar el correo- agregó.

Yo no sabía qué hacer ni qué no hacer, me quedé mirando como caminaba hacia el cuarto de baño, y al doblar la esquina giró la cabeza y volvió a cazarme mirándole las piernas y mirándole el culo. Pero esta vez se dibujó una pequeña sonrisa en su cara antes de introducirse en el baño.

Yo me quedé mirando las fotos, no había nada interesante, todo cenas y fotos familiares. Luego me pasé un rato jugando al buscaminas hasta que por fin sonó la puerta del baño abrirse. Mi madurita de ensueño salió con una toalla en la cabeza y un albornoz bastante justito, atado a la cintura y que enseñaba casi todas las piernas y el comienzo del escote.

Nada más verla me quedé anonadado mriando como se acercaba, no lo pude evitar, su albornoz tapaba solo lo justo para que no se viesen sus partes íntimas. Era alucinante. Cuando estaba cerca, se detuvo delante de un espejo y comenzó a secarse el pelo con la toalla que llevaba en la cabeza. Yo en ese instante me di cuenta de que mi polla había despertado y empezaba a abultar en los pantalones. Intenté disimuladamente colocármela, ya que estaba un poco tensa y descolocada, cuando me di cuenta de que ella me estaba mirando.

-Vaya lo que tienes ahí eh, ¡vaya con los jóvenes!- dijo muy segura.

-Ya bueno...esto...te estoy subiendo los archivos a la nube, ya se han copiado y quedan unos minutos...- respondí nervioso.

Ella siguió secándose y mirándose al espejo, se dio un poco con el secador, se ajustó el albornoz, se puso las zapatillas y yo seguí atontado echándole miradas furtivas a las piernas y al escote. Hasta que mi polla estaba totalmente despierta y tuve que volver a colocármela intentando disimularla con los pantalones.

-Así que sigues con el problema eh...no te pongas nervioso, es la edad- dijo ella.

-Ya claro, será la edad, pero normalmente no voy así por la calle- añadí.

-Anda, así que insinuas que es por mi, pero si yo ya soy muy madura pa ti- contestó sonriente.

-Bueno, pues la verdad es que estás bastante bien vecina, muchas chicas de mi edad no tienen ese cuerpo- respondí.

Mientras mantenía esa conversación, instintivamente volví a tocarme la polla intentando colocarla, estaba muy empalmado, la verdad es que mi polla parecía que me iba a romper los pantalones. Y ella, inevitablemente, volvió a darse cuenta de que me la estaba tocando.

-Pues si que tienes ahí un problema chico, y además por mi culpa- dijo provocativamente.

Se acercó despacio mirándome a la polla y desviando un par de veces la mirada hacia mis ojos para volver a dirigirla rápidamente a la polla. Se quedó parada de pie a apenas un paso de distancia mirándome a la polla.

-Madre mía qué polla debes de tener- susurró mientras resoplaba al finalizar la frase.

-Bueno, la verdad es que nunca he tenido queja- Dije mientras seguía medio colocándomela medio tocándomela.

Ella sin decir nada ni pedir permiso puso su mano encima de mis pantalones, agarró mi polla a través de ellos y pasó la mano por todo su recorrido mientras ella soplaba y suspiraba entre susurros sobre lo dura y lo grande que era mi polla.

-Siéntate aquí hijo- me dijo señalando la cama.

Obedecí sin pensármelo dos veces, como un autómata, me senté en el borde de la cama y vi como ella se acercaba y mirándome a los ojo me desabrocahba los pantalones, me los bajaba hasta los tobillos y volvía a repetir la misma operacion de recorrer mi polla con su mano, pero esta vez a través del calzoncillo.

-Vaya polla que tienes hijo, quién te cogiera hace unos años, voy a tener que arreglar esto ya que he sido la culpable- susurró de nuevo mientras miraba mi polla con una cara de lujuria que no le había visto antes.

Yo tenía una mano en mi cabeza agarrándome el pelo y no sabía qué hacer ni como reaccionar. Ella me quitó también los calzoncillos y mi polla saltó apuntando al techo en toda su envergadura (medirá unos 18-19 cm más o menos, y es bastante gordita). Ella no quitaba ojo de mi polla, tan solo me miraba a los ojos de vez en cuando, pero tenía los ojos fijos en mi polla.

-Madre mía hijo, como tienes esto, ufff- dijo mientras empezaba a deslizar su mano por mi polla.

Yo me dejé caer hacia atrás en la cama y ella empezó a hacerme lentamente una paja deliciosa. El ritmo era suave, apretaba bastante con su mano, y con la otra empezaba a masajearme los huevos o a acariciarme la zona pélvica. Hasta que a mi se me ocurrió levantarme e intentar llevar la cabeza a su altura para besarla.

-Shh, tranquilo, quieto, siéntate y disfruta, no va a pasar nada, yo no soy de esas, solo que mira como te he puesto esto, tengo que hacer algo para calmarte- Dijo en voz baja mientras seguía pajeándome lenta y cálidamente.

Yo estaba un poco frustrado, después de otro intento me di cuenta de que no podía follármela, al menos no esta vez. Pero ella seguía sin soltarme la polla susurrando que menudo tamaño tenía, que qué gorda era. Así que me apoyé sobre los codos y me dejé hacer.

Después de un par de minutos, mi polla estaba enorme, parecía que iba a estallar en cualquier momento, pero todavía me quedaba un poco. El albornoz que llevaba ella se deslizó un poco por el hombro y dejó asomar medio pecho, era hermoso. Ella vio que yo me fijaba en eso y siguió acelerando el ritmo sin colocar su albornoz. Me esaba haciendo una de las mejores pajas de mi vida. Yo empecé a gemir, me estaba encantando, notaba un calor maravilloso recorriendo toda mi polla al compás de su mano. Entonces ella acercó un poco la cara a mi polla, la miraba fijamente, la tenía a escasos centímetros de su boca, seguí haciéndome una paja entre susurros, mi polla estaba ya prácticamente rozándose con sus labios.

En vez de comérmela como yo esperaba, subió la boca hasta mi oreja mientras seguía haciéndome la paja ya a un ritmo algo más acelerado. Y empezó a susurrarme a la oreja:

-Vamos chico, córrete para mi, tienes una polla enorme, ojalá fuera más joven para disfrutarla de verdad, es enorme, está durísima, me encanta, córrete para mi- susurraba sin parar. Poniéndome cada vez más cachondo.

-Dios si, me voy a correr, aaahhhh, siiii, sigue, no pares, aahhh- dije entre gemidos mientras mi polla estaba a punto de estallar.

-Mmmmm si hijo si, córrete para mi, dame toda tu leche, qué gorda y dura la tienes, Dios córrete para mi ¿quieres correrte en mi pecho? -susurraba con los labios pegados a mi oreja.

-Si si, por favor, me corro ya, aaahhh aaaahhhhh, aaaaahhhh jodeeeerr, aaaahhhhh- Gemí mientras me corría encima de su pecho, hombro y albornoz.

-Madre mía hijo, vaya como estabas...espero que esto te haya ayudado, siento mucho haberte puesto así- dijo la madurita ya en un tono más normal.

Yo no sabía ni qué decir, me acababan de hacer la mejor paja de mi vida, la corrida había sido brutal.

La verdad es que no me acuerdo qué le dije a continuación solo sé que me subí los pantalones, le dije que las fotos ya estaban cargadas en la nube y que solo tenía que enviarlas.  No sabía qué más hacer. Me fui de la casa casi sin decir ni una palabra más. Ella me acompaño a la puerta y me despidió.

-Espero que seas un hombre y no digas eso a nadie, no quería ponerte así, de todas formas ha sido un halago para mi verte así. Un placer vecinito. Nos vemos- dijo esto último con una sonrisa un poco picarona.

Yo no me creía lo que acababa de pasar. Mi obsesión a partir de ese momento era follármela y no pararía hasta conseguirlo. Además, dsepertó mi obsesión por las maduritas. Obsesión que sigo manteniendo hoy en día....

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