ME ESTRENARON LA PUERTA TRASERA ¡DE QUÉ MANERA!

18/11/2021

ME ESTRENARON LA PUERTA TRASERA ¡DE QUÉ MANERA!
La verdad que ese día me sentía muy sexy y me vestí muy provocativa. Estábamos de vacaciones en un hotel en la playa, fuimos a cenar, luego a un bar. Luis, mi marido, estaba muy guapo y sensual, tenía un buen instrumento, como de 18 centímetros, bastante grueso, cabezón y venudo con dos bolas bamboleantes. Yo saboreaba la noche de pasión, estaba bien cachonda, desgraciadamente tomó sin control.
Mientras él tomaba, había varios hombres que me devoraban con la vista, entre ellos un hermoso negro con cuerpo atlético y un gran bulto en la entrepierna. Yo quería no mirarlo por respeto a mi marido, sin embargo, mi vagina mojada me lanzaba a mirarlo de reojo o de manera descarada. Él lo notó y me miraba con lujuria. Cuando mi marido casi estaba ebrio le dije que me sacara a bailar, no quiso, le pedí permiso para bailar con otro hombre, de mala aceptó. Le hice una seña al negro, el cual se acercó y me invito a bailar, me fui con él, durante el baile lo provoqué hasta hacer que su bulto se notara descaradamente. De espaldas le restregué mi culo en su paquete sintiendo que allí mismo me le entregaría. Salió una pieza para bailar pegados, me retiré de la vista de mi marido y permití que me toqueteara con sus manos el trasero, yo estaba bien mojada, nos besamos con intensidad y le dije que estuviera pendiente.
Me fui con mi marido, cada vez estaba más ebrio, le di más vino hasta que perdió el conocimiento. Le hice una seña al negro y entre los dos lo condujimos al cuarto, lo acostamos, nos enjuagamos, me vestí lencería excitante y en la misma cama con mi marido noqueado, nos dimos unos fajes, luego me acomodó en el borde de la cama, me bajó mi calzoncito, ¡me encanta que me lo bajen¡ luego me dio una soberbia mamada con su lengua experta hasta que me hizo venir entre gemidos que a mí misma me sorprendían, luego hincada, humillada le di una gran mamada desde la punto hasta tragarme los huevos, era una macana grande, como de 23 centímetros, más venuda y gruesa que la de mi marido.
Lo acomodé en la cama para hacer un 69, entonces con sus poderosos brazos me abarcó las nalgas y la cintura mientras yo me tragaba todo lo que podía de ese gran trozo de carne, yo misma me sorprendí al ver que casi me la comía toda. Él seguía taladrándome con su lengua y con un dedo también el culo. Era virgen, pero con su saliva y su dedo sentí la sensación de ser penetrada. Me dolía, pero me gustaba. Estuvimos un rato en esa posición y mientras observaba a mi marido dormido y con unos cuernos que le crecían a cada minuto, me vine otra vez en la cara del negro.
Lo acosté y me le subí, me metí esa tranca poco a poco, gozando cada centímetro hasta que mis nalgas toparon con sus huevos. Me quedé quieta acariciando el pecho brillante de ese semental y besándolo en los labios gruesos. Intercambiando los jugos de ambos. Luego, sin sacármela comencé a moverme en círculos, sintiendo ese pedazo de carne, el primero después del de mi marido, él me agarraba la cintura, me magreaba mis pechos y luego se estiraba y me los chupaba como bebé hambriento, luego comencé el mete saca, me estiraba hacia atrás abriéndome todo lo posible, apoyando las manos en la cama o en sus rodillas o pies, estaba gozando de lo lindo ese regalo tan sabroso, el tercer orgasmo de la noche no tardó en llegar, fue intenso y lleno de gemidos cachondos mientras el negro estiraba sus manos para acariciarme las nalgas. Me tendí en el pecho de mi amante y así estuve unos instantes hasta que comencé a moverme en esa posición, el negro me sobaba de manera suave y luego con fuerza las nalgas. De vez en cuando le ofrecía mis senos grandes y sensuales, con una areolas cafés y anchas y con un pezón bastante grande y alterado, y así, en esa posición llegó un orgasmo más intenso que los anteriores, luego me estuve quieta besando en el cuello, orejas, mejillas y boca de ese gran semental, mucho más grande que yo, con un cuerpazo atlético y brillante y con un trasero bien esculpido y brillante. Mi amante me dio varias embestidas cuando me apoyé un poco en mis rodillas, luego me zafé y me puse en posición del misionero.
El negro se atrevió a darme otra mamada, yo ya no quería, pero no me resistí, luego me arrimó la verga a mi cara y le día otra mamada, de vez en cuando volteaba con mi marido diciéndole –¡fíjate pendejo, este si es una verga, no tu chingadera! Volvía a mamar y luego volteaba de nuevo diciéndole - ¡aquí tienes a tu santa mujer¡ luego volvía al ataque a comerme casi todo ese monstro.
Luego me tendí abriéndole las piernas, me dio otras pasaditas con su lengua por toda la raja, se acomodó entre mis piernas y me la introdujo de una estocada haciendo gritar más que de dolor, de placer mientras miraba a mi marido que ni se movía, el negro se encaramó encima de mi besándome y dándome unas embestidas salvajes, yo gritaba y gritaba sin importarme que mi marido despertara, el buey no se movía, yo aproveché y estirando mi cabeza, le di un beso en la boca, pero este estaba bien ahogado en licor, el negro se ponía en posición de lagartija embistiendo con fuerza mientras yo estiraba mis manos apretando su hermoso trasero, mejor que el muchas mujeres, luego se hincaba tomando mis pies en sus hombros, luego apretaba mis pies y piernas sobre mi pecho embistiéndome con fuerza y abriendo mi vagina, en ocasiones solo un pie sobre su pecho y el otro en sobre la cama, luego se volvió a apoyar en mi cuerpo embistiendo con fuerza y yo acariciando sus nalgas, tomando con gran presión sus senos de hombre, lo besaba en la boca y en sus pechos hasta que su gran pene se hincho de placer y comenzó a inundarme de leche caliente y abundante. Fue un orgasmo sincronizado, con bestiales gritos de mi parte y gruñidos de un semental. Mi marido completamente inconsciente, bien pudiéramos habernos cogido encima de él y no se hubiera dado cuenta.
El negro se incorporó y me dijo –Quiero que me la dejes bien limpia, mi putita- me dio asco, pero no dije que no. En un principio lo hice tímidamente bebiendo los restos de su leche y mis jugos, luego le tomé sabor al asunto, ese hombre me había proporcionado los orgasmos más satisfactorios de mi vida y merecía eso y más. Le limpié toda la verga y cuando él insinuaba que ya parara de chupar, yo le seguí por muchos minutos. Mi amante comenzaba a gemir y gruñir de placer y yo bien prendida como un becerro a la ubre de una vaca, seguí y seguí hasta que después como de 15 minutos, estaba tiesa de nuevo, lista para una nueva ensartada.
Me le puse en cuatro moviéndole el trasero, el negro se hincó detrás de mí. Primero me la restregó por todo el coño y por el culo, yo tenía una sensación extraña pero agradable cuando la cabezota apuntaba peligrosamente en la puerta trasera, luego la dirigió a vagina y me la comenzó a introducir lentamente como si fuera virgen. La introdujo por completo quedándose quieto, luego la sacó parcialmente despacito metiéndola de nuevo lentamente, así lo hizo varias veces hasta que me sujetó de las caderas fuertemente, luego de la cintura mientras yo me clavé en el colchón mirando a mi marido teniendo una sensación de reto. Él ya me había sido infiel y lo había perdonado, hoy me la estaba cobrando caro, estoy segura que él no había gozado tanto como yo y lo que faltaba. Mi negro me tomaba de todas partes, me habría los cachetes, me tomaba con fuerza de la cintura, de las caderas, sus embestidas eran salvajes haciéndome gozar con una intensidad que tal vez nunca se repetiría. Ensalivando un dedo comenzó a introducírmelo por la puerta trasera de manera suave, luego de manera intensa, para ese momento yo gritaba enloquecida de placer sin importarme que mi marido pudiera oírme. Solo se removió inquieto un instante y siguió roncando. Luego me metió dos dedos hasta que me hizo tener un orgasmo, el más intenso de mi vida, mi cuerpo se convulsionó con dos dedos en mi ano y esa gran verga en mi coño, casi me desmayo por la fuerza hecha y de placer. Me dejé caer casi desmayada.
El negro me dejó descansar unos minutos, luego se acercó arrimándome su gran verga. Despacito comencé a chupársela hasta que me la introduje casi toda en mi boca. Me llegó hasta la garganta, le chupaba también los huevos, así estaba el negro disfrutando mi mamada, yo en un principio no, pero luego le agarré nuevamente el gusto. El negro gruñía diciéndome cosas dulces y sucias, -¡Así mamacita, que bien lo haces…! ¿Dale bonito pinche putita…! ¡eres una ramera de categoría…! Y muchas cosas más.
Se acercó a mi cara, la llenó de besos tiernos, luego me susurró al oído –quiero metértela por el culo- -¿Qué? –que quiero perforante la puerta trasera, quiero parirte el culo…- yo le dije -¡es nuevo! -¡nunca lo he hecho por ahí! –Pues quiero tener el honor de ser el primero, te prometo que voy a ser cuidadoso y tierno. No me hice mucho del rogar, ese gran semental era mi amo, mi dueño, yo haría su voluntad. Me había hecho disfrutar a lo grande, así que le daría su premio. Me acomodó de lado, de frente a mi marido, ensalivó mi estrecho culito, lo estuvo dilatando un buen momento, me introdujo un dedo, luego dos, se arrimó para que le diera otra mamada, yo expectante, nerviosa, cachonda y ansiosa, temblando de miedo y de placer se la mamé de nuevo. Luego se acomodó detrás de mí, paso un brazo debajo de mi cabeza, jugando con uno de mis pezones. La apuntó a la puerta de mi cavidad trasera, hizo presión suave mientras me sobaba una nalga o estiraba un poco los lados de ano. La introdujo despacito, muy despacito, con una paciencia gozando el estreno. Yo bien nerviosa mirando a mi marido sintiendo poco a poco al invasor trasero. Me introdujo la cabeza, me indicó que no me moviera, luego poco a poco lo demás entró con más facilidad hasta que sentí que sus huevos acariciaban levemente mis nalgas. Se estuvo quieto unos momentos, sobándome las nalgas con un mano y con la otra magreandome un pecho jugando con mi pezón, me estiraba la cara para besarme la mejilla, me mordisqueaba el cuello y la oreja, yo sintiendo como mi cavidad se iba acostumbrando al extraño invasor, hasta sentía como me temblaba la cueva por dentro. La sacó hasta el borde despacito, luego la metió igualmente despacito, así lo hizo varias veces hasta que mis temores y dolor se convirtieron en gozo.
Poco a poco fue incrementando la intensidad de las embestidas, yo para ese momento gozaba su pene. Nunca creí que esa forma de sexo fuera placentera. Mi negro me jalaba fuertemente de la cadera, de la cintura con su manaza en mi vientre, y la otra agarrándome fuertemente un seno. Sus resoplidos en la nunca o en cuello. Me acariciaba mi cueva delantera con su dedo grueso hasta que metía uno, dos y hasta tres dedos, su boca besaba mi espalda, cuello, mejilla o espalda, lo que podía. Por momentos me tomaba los dos senos con ambas manos, así estuvo buen rato llenándose de placer y provocando en mí sensaciones nuevas. Placenteras, antinaturales, pero satisfactorias. Yo cuando podía me acariciaba mi clítoris. Estaba gozando ese extraño momento mientras mi marido se movía inquieto, como presintiendo que su intachable mujer ya no era tan decente.
Fueron muchas embestidas hasta que se sacó. Arrimó su pene para que se lo chupara, yo no quise, me dio asco y si, olía muy mal. Me dijo que pasaríamos a otro nivel. Me puso en cuatro, me abrió las piernas de manera intensa, se acomodó detrás de mí. Poco a poco me la introdujo de nuevo en esa estrecha cavidad, luego comenzó a moverse despacito, luego con intensidad tomándome con fuerzas de las caderas como evitando que yo pudiera escaparme, por momentos si lo pensé ante el dolor, pero luego desistía porque el placer era superior al sufrimiento. Me clavé en la cama. Abracé una almohada entre mi cara y mis pechos. Siempre sin dejar de ver a mi marido que seguía moviéndose algo inquieto ante mis gritos de dolor y placer y los gruñidos salvajes y las palabras soeces que me dirigía ese negro. Yo no me ofendía, al contrario, me excitaban y me hacían sentir una zorra, una puta, una sucia prostituta que cogía no por dinero, sino por placer. Estiré mi mano para acariciar mi clítoris mientras el negro tenía un ritmo vertiginoso, salvaje, se notaba que ese cabrón estaba gozando esa gran cogida, llegó un momento que estiré mucho más mi mano hasta acariciar sus huevos, cuando lo hice, el negro grito de placer y así con sus bolas en mi mano sentí como se inflaba ese pedazote de carne y sus huevos se convulsionaban contrayéndose y bajando. Sentí su líquido espeso y caliente que me quemaba las entrañas. Fue placentero. Yo obtuve mi orgasmo con esa gran verga en mi trasero y una mano acariciando mi coño.
Me dio un gran beso. Descansé un momento, limpié un poco, me duché y dormí satisfecha plácidamente con mi conciencia tranquila, quizás algún día lo repetiría, aunque era difícil hacerlo con otro semental tan bien dotado.
Dormí intensamente, al despertar me haría la ofendida con mi marido. Sería por varios días, luego que hiciera méritos le daría nuevamente mi cuerpo y después de que hiciera muchos méritos, tal vez le daré mi culo después de hacerme del rogar.

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    2 Comentarios

  1. Will90 dice:

    Sexi relato. Muy puta, espero más relatos intensos.

  2. Edwin dice:

    Me encanta tu relato woow que exitante que puta te portastes con mi raza, era lo Menos que el podía hacer hacer sentir mucho placer como una zorrita y aún más con tu marido hay dormido me encanta.. espero que nos cuentes otro exitante encuentro como ese.. saludos desde Santiago de Chile..

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