Historias de un depravado parte 1

02/05/2017

1ª PARTE:

El paraíso de la lujuria.

 

Cuando Maite aterrizó en Tucán con su hijo adolescente jamás imagino el calvario que le esperaba entre sus paradisíacos paisajes. Ni siquiera llegó a su hotel. Un falso taxi los condujo por un desfiladero que atravesaba la selva y tan solo unos kilómetros después pudo observar como una especie de gas se desprendía a través de lo que parecía la rejilla de la calefacción del vehículo.

Despertó horas después con un insoportable malestar. La cabeza le estallaba y tenía la boca seca. Su primera reacción fue la de buscar infructuosamente a su hijo en la penumbra, después se percató de que sólo vestía ropa interior.

Se había separado hacía dos meses y aquel viaje constituía la posibilidad de alejarse por un tiempo del mundanal ruido. Era rubia y su cuerpo esbelto y atractivo le había fraguado una exitosa carrera sobre las pasarelas de la moda, se felicitaba de haberse retirado a tiempo.

Las primeras palabras que oyó tras despertar le aterrorizaron por completo. Las profirió un hombre calvo y regordete que se sentaba frente a ella en la penumbra guardando su vigilia. Su voz era cavernosa y ronca:

 

—Soy Omar, puedes referirte a mí como el sultán. Obedecerás en todo… una sola vacilación, un gesto de rechazo y el chico morirá…

Tras decir aquello se marchó y el suplicio de Maite comenzó sólo un día después. No tardó en comprender que había sido raptada junto a Roy y que el hombre la coaccionaría para preservar la integridad del muchacho pero al principio supuso que se trataba de un secuestro por dinero. Cuando tuvo la oportunidad de contemplar las riquezas del lugar y la ostentación de la gente desterró la idea asumiendo que la alternativa podía llegar a ser mucho peor.

Como una de las concubinas de Omán, la única occidental, su quehacer se limitaba a servirle ciegamente fuese cual fuere la orden recibida. A base de palizas y chantaje no tardo en asumir su condición de puta esclava y en inversa proporcionalidad cultivar un acérrimo odio hacía el hombre que la había convertido en lo que era.

2ª PARTE

Esclavizada.

TRES MESES DESPUÉS:

Estaba desnuda y exhausta tras haber realizado más de una docena de felaciones a todos y cada uno de los hombres al mando de aquel monstruo y de haber soportado estoicamente que la violasen incansablemente uno tras otro. Omar la había obligado a fingir el deseo de participar en aquella maldita orgia en que habían incluido a mujeres, casi niñas, cuyos cuerpos se estremecían cuando los hombres profanaban sus anos y sus sexos y era ella la que debía preparar a las que llamaban ninfas para facilitar que fueran ultrajadas. Pensó que cuánto más lubricara aquellos pueriles sexos el dolor de las penetraciones sería mas leve y se esforzó en lamer con profusión los labios vaginales de las hembras mientras introducía en entre ellos hortalizas que zaherían su piel provocando incluso derrames. Algunas de ellas yacían desmayadas sobre la moqueta, lo que no impedía a aquellos hombres profanarlas de igual modo, y otras se debatían entre gemidos de terror rehuyendo inútilmente su agresión.

Omar gustaba de obligar a fornicar en su presencia a hermanas con hermanos, a madres y padres con sus seres consanguíneos y a familiares entre si y su lascivia consistía en lograr que con ello disfrutaran plenamente doblegando cualquier inhibición mediante la coacción o el chantaje. Si amenazar sus propias vidas no suponía suficiente aliciente para que acatasen sus más ínclitos deseos amenazaba a sus seres más queridos sesgándoles incluso la posibilidad del suicidio. Se deleitaba cuando eran ellos mismos los que optaban por representar aquel papel en su presencia y se entregaban ciegamente en dar y obtener placeres mutuos obedeciendo a sus instintos y sucumbiendo a cualquier coerción.

Maite había visto como dos gemelas adolescentes realizaban sucesivas felaciones a su propio padre, entre lascivas caricias mutuas, mientras su hermano fornicaba con la madre en el mismo lecho. Sus cuerpos sudorosos y  desnudos se rozaban y los gemidos de placer retronaban en la sala sin atisbo de fingimiento o coacción. Las niñas pugnaban entre ellas por obtener el favor del padre ofreciéndose sin pudor en lascivas posiciones y la madre asía los glúteos de su hijo para provocar que su falo penetrara en ella entre sacudidas de convulsivo placer.

Durante meses Omar había obligado a aquella familia a presentarse ante el e interpretar aquellos actos. Poco a poco cualquier atisbo de rechazo fue dando paso a situaciones ensayadas que sabían que complacían al sultán y ya no precisaban instrucción alguna para representar su papel, incluso Maite se había familiarizado con aquellas maratonianas sesiones e intuía que actuaban cada noche con renovadas ansías de placer provocando escenas que rozaban la improvisación. Una de las últimas noches, mientras Omar obligó a Maite a retozar con las gemelas, que habían adquirido una exquisita profesionalidad en proporcionar placer a cualquiera, la madre indujo a su marido a que fornicase con el chico mientras ella masturbaba a Omar y lo besaba con lascivia. Aquella gente había cultivado un sentimiento de extraña gratitud hacía el sultán, de alguna forma lo adoraban hasta extremos inconcebibles para convertirse en sus esclavos.

3ª PARTE:

Nuevas experiencias.

AL DIA SIGUIENTE

Era un gran mastín, Maite lo observo aterrorizada pero el cañón apuntando directamente sobre la sien de su pequeño la hizo reaccionar, las instrucciones de aquel hombre habían sido meridianamente claras y su voz tronaba en su cabeza a modo de ecoico mensaje…

CONTINUARÁ.

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