De prima a su amante
20/03/2018
Fuimos al velorio de un pariente y ahí encontré a mi primo que nos saludó normal, sin embargo, en cuanto pudo se acerco y platicamos y me preguntó que si mi novio me acompañaba. Le dije que no tenía y ahí comenzó la charla y me invitó a salir. Él casado y con hijos. Días después no vimos, fuimos por un café y salió la idea de ir al cine. Entramos como primos y salimos como novios. Fajamos en su carro. Nos vimos a los ocho días y de plano sólo fue fajarnos y besarnos. Él me comía con sus besos. El viernes siguiente fue por mi a la universidad yo en esa época tenía 19 años y él 40. Sin más pregunta nos fuimos directo al hotel. Fue excitante, me sabía su amante. Pero el sexo era delicioso. Gracias a él aprendi a desinhibirme. Comencé a usar lencería la cual encendía más los encuentros. Todo era muy intenso. Yo pasé de ser su prima a ser su amante. La calentura nos invadía y muchas veces le hice oral en el interior del carro y él se deleitaba con mis pechos (sin presumir son grandecitos). Alguna vez yo mentí en casa que saldría con amigas para ir a hacer ejercicio. Pasó a unas cuadras y de ahí pasó por mi, él manejaba y me iba manoseando toda al grado que me pidió que quitara mi bra y mientras manejaba y yo le había oral él me acariciaba con mucho morbo. Cuando llegamos al motel nos dimos una cogida ufff. Fueron tres meses de cachondería. Después comenzó a alejarse poco a poco. Fue puro sexo.
Después de haber iniciado una relación con mi primo casado, los dos primeros encuentros en la intimidad fueron cachondos pero sin demasiada intensidad. La tercera ocasión que entramos al motel fue diferente.
Después de que entramos y cerro la puerta me dijo que no saliera del auto. Me pidió que pasara al asiento trasero y comenzamos a fajar, fue rico, el auto nos dio una sensación de mayor intimidad y soledad además de los prohibido de estar con mi primo casado.
Nuestras lenguas se acariciaban, las manos recorrían nuestros cuerpos. La ropa nos estorbaba pero la intensidad se volvía más fuerte.
Me besaba y su mano comenzaba a buscar mis bubis. Mis manos sentían su carne dura. Ya nos conocíamos mejor en la intimidad casi nos desnudamos en el carro. esa privacidad nos provocó más. Me tomó de la mano y me dijo que fuéramos a la habitación.
Cerramos la puerta y los besos continuaron. El deseo era palpitante. Nuestros cuerpos se buscaban.
Se sentó en la orilla de la cama, me jaló hacia él y mientras comía mis pechos, me desnudaba, al tiempo que yo jugaba con mis tetas en su cara. Sin embargo, pasaron dos situaciones que yo nunca había experimentado y que hicieron que saliera la hembra en la que me estaba convirtiendo mi primo.
Al estar sentado y yo reaccionando a sus lamidas y chupadas en mis bubis me ofrecía más. de pronto se acostó y me jaló, yo me preparaba para montarme en él y disfrutar como las dos veces anteriores. Sin embargo, me jaló de las piernas y me montó en su cara. Nunca había experimentado un oral en esa posición. Él se transformó. Me chupaba, lamía, succionaba, sus lengüetazos eran con fuerzas con desesperación. Yo me movía sobre él. Mis manos se apoyaban en la cabecera y mientras me seguía comiendo sus manos frotaban mis tetas.
Fueron minutos de placer al máximo. Respondí de la misma manera. comencé a bajar su cuerpo, mis bubis primero cubrieron su verga. Sólo nos miramos.
Después comencé a besar la punta de su verga. Fue poco a poco, recorriéndola con mis labios y mi lengua. Su verga se perdió en mi boca, comencé a mamarlo con mi boca y mi mano al mismo tiempo. Su verga engrosaba. Estaba palpitante. Yo lo miraba. Tomé su mano y la puse sobre mi mejilla para que sintiera como la pasaba por toda mi boca. Sus gemidos aumentaron y su más… más… más… uuuf, no terminaban.
Me tomó de la cara y me llevó a su boca. Nos dimos un profundo beso. Al oído me dijo: ponte en cuatro.
Cuando empezamos, lo sentí más grueso de costumbre. Sus embestidas eran intensas. La sentía larga dentro de mi cuerpo. Pero iba a un ritmo en el que se sentía cada movimiento.
Sentí una nalgada. Solté un gemido. Otra. Mi respiración se acelero. Uuugh. Solté ese sonido y me tomó de las caderas para jalarme hacia él con más fuerza.
Cuando me tomó de las caderas y después de nalguearme pasó lo que nunca me imaginé. Me dijo ¡que rica puta! Me molesté. Jamás me habían ofendido así. Me detuve unos segundo al notarlo él estaba como en transe. Me di cuenta que era parte del juego erótico.
Lo volvió a repetir: ¡que rica puta! Le respondí: ¿Te gusta? y me dijo sí por puta. Me solté, me deshinibí.
Me volví otra. Así papasito, así cógeme… dame tu verga…. (gemíamos los dos)
—Eres una putita rica.
—Nooo. Soy tu putota.
Desde esa tarde en el motel aprendí que puta era más allá de una ofensa. Era una forma de decirnos que rico cogemos.
Así aprendí a decir soy tu puta… y liberar mi cuerpo….
1 Comentarios
Otros relatos que podrían interesarte