Bobby y Spanky

26/04/2018

Desde hace pocos meses tengo nuevos vecinos al lado de mi casa, una familia pequeña: ambos padres jóvenes y hermosos con dos hijitos igual de hermosos y un perro grande y obediente que los dos chicos sacan a pasear por la tarde. La jovencita tendrá unos 19 años, alta y esbelta, con un cuerpo joven pero ya con formas bien pronunciadas; y su hermano menor de unos 17 o 18 años de pelo rubio y hermosos ojos azules. Ambos son muy serios y formales. Cuando nos llegamos a encontrar cuando vuelvo de trabajo o saco la basura, ellos saludan atentos y educados.

La semana pasada cuando tomaba el Sol en mi jardín, escuché ruido en la cerca divisoria entre ambas casas. Me di cuenta que el perro trataba de cruzar la cerca. No puse demasiada atención pues asumí que el perro era muy grande para pasar por entre las tablas así que volví a cerrar los ojos… pasaron unos minutos y volví a escuchar ruido, abrí los ojos y cuál fue mi sorpresa cuando encontré junto a mí, al enorme perro con su lengua colgando y chorros de saliva escurriéndole del hocico; y detrás de él, el hermoso rostro del chico de al lado.

— Mi perro sabe un truco muy bueno que le enseñó mi hermana, ¿quiere verlo?

— Primero quisiera saber cómo llegaron hasta aquí y porque no pidieron permiso para pasar a mi casa.

— Yo vine detrás de él — dijo el chico culpando al perro sentado inmóvil junto a él —. Se llama Spanky. Pero yo la he estado observando y creo que le va a gustar el truco que sabe hacer mi perro.

— ¿De qué hablas niño? ¿Me has estado espiando? ¿Qué es lo que has visto?

— Mi nombre es Bobby y la he estado observando de noche cuando se va a dormir, mi recamara queda frente a la suya, y como usted no cierra la cortina, es muy fácil verla cuando se masturba con sus juguetes. Sé que tiene perforados los pezones y que puede alcanzarlos con su lengua. — casi me desmayo cuando escuché eso, y juro que quise interrumpir, pero no me lo permitió — Mi hermana no tiene argollas en los pezones, pero si tiene juguetes, y los usa muy seguido. Por eso le enseñó ese truco a Spanky.

¬  Mira Bobby, creo que no deberíamos de estar teniendo una conversación de este tipo tú y yo. ¿Qué edad tienes?

— Yo tengo 12 y medio, mi hermana Sally acaba de cumplir 16.

— Bueno, pues me ha dado mucho gusto conocerlos, Spanky. Bobby. Ahora quiero que ambos salgan de mi casa y me dejen tomar el Sol, so-la.

—¬ No nos ha dicho su nombre, y eso es de mala educación.

— Mi nombre es Tisha. Y es de peor educación entra a la casa de una mujer sola sin tocar la puerta. — dije yo mientras me levantaba de la silla y trataba de cubrir mi cuerpo con la bata. Quise dar un paso adelante para caminar pero el perro Spanky me lo impidió olisqueando mi entrepierna como es que lo hacen los perros — Hey, eso está mal, muy mal; Bobby detén a tu perro por favor.

— Seguramente usted huele bien, él lo siente y por eso lo hace. ¿De verdad no quiere ver el truco que le enseñó mi hermana a Spanky? Es buenísimo.

 ¡No! — Respondí ya muy molesta y comencé a caminar hacia mi casa. Ambos, el perro y el niño, me siguieron hasta la entrada de la cocina —Ese animal no puede entrar aquí.

— Es un perro muy limpio y bien educado. Sé que le va a caer muy bien. Además de que yo también sé un truco que le puede gustar.

— Ay ya, está bien, está bien, me convenciste. Enséñame el truco que hace tu perro, luego me enseñas el que haces tú y enseguida se van y me dejan sola. Y no quiero que vuelvan a aparecer por aquí ninguno de los dos, ¿entendiste?

— Si señorita. Para que el truco de Spanky resulte necesitamos que se siente en esta silla por favor y separe un poco sus rodillas.

Yo obedecí y, aún en traje de baño, tomé asiento en la silla de al lado de la mesa de la cocina con las rodillas un poco separadas; el perro se acercó y se sentó muy quieto frente a mí. Spanky es un enorme y hermoso espécimen joven de Doberman golondrino, con enormes orejas paradas y vivos y brillantes ojos negros. Su pelo es corto y radiante y no tiene mal olor. Es un poco extraño decirlo, pero siendo yo una absoluta amante de los perros, ese era un perro muy bien parecido y perfectamente obediente y bien portado.

— Separe un poco más sus piernas y siéntese derecha. — yo volví a acomodarme como Bobby me lo indicó y el perro se acercó aún más a mi cuerpo, entre mis rodillas. — Observe lo obediente que es. Spanky — el perro alzo las orejas en señal de atención esperando la siguiente orden — Pussy Spanky, pussy, ahora.

Entonces el perro inmediatamente metió su hocico entre mis piernas buscando mi vagina con su nariz. Yo inevitablemente abrí las piernas al mismo tiempo que trataba de retirarlo de mí, pero no me lo permitió. Con su nariz toqueteó mi pubis y sacó su gran lengua para dar un par de lengüetazos al traje de baño haciéndome estremecer. — Wow ¿qué pasa aquí? Eso está muy mal. Bobby, ¡detenlo por favor!

— Es mejor si no se resiste y abre más las piernas. — Indicó el chico con un tono de voz premonitorio de un ominoso destino y repitió la orden al perro — Pussy Spanky, pussy. — el perro insistió con su nariz en el punto exacto de mi clítoris y el chico separo mis rodillas ayudando a su mascota a tener mejor acceso a mi entrepierna. Entonces el perro comenzó a lamer mi pubis como si fuera un manjar suculento y yo me congelé agarrada de los bordes de la silla. No pude evitar suspirar ante la sensación de su enorme lengua y cerré los ojos. Bobby separó aún más mis rodillas y yo se lo permití. Spanky golpeaba mi clítoris con su nariz y buscaba la piel debajo de la tela con su lengua. — Es aún mejor si lo deja que la lama sin el traje de baño. Sólo hágalo a un lado, para que Spanky pueda trabajar en usted.

Yo abrí los ojos de pronto dándome cuenta de que eso estaba muy mal y que debía parar. Aunque mi vida sexual sea un poco alocada y exótica y haya visto algunos videos de mujeres haciéndolo con perros y otros animales, yo personalmente nunca había estado involucrada en actos similares y mucho menos había tenido ningún tipo de acercamiento sexual con ningún menor de edad. Aunque, según parecía, esa iba a ser mi primera vez pues Bobby y su perro Spanky estaban decididos a hacerme perder la cabeza, e insistieron: uno con pequeñas mordidas sobre mi ropa justo a la altura de mi súper hinchado clítoris, y el chico con sus comentarios y sus trucos.

— Mientras Spanky trabaja con usted, yo puedo enseñarle mi truco. No necesita abrir lo ojos, sólo deme su mano. — Entonces el chiquillo vino a ponerme en la mano lo que para mi cerebro, con los ojos cerrados, era un pene adulto vivo: grande, gordo, duro, latiendo en la palma de mi mano; lo palpé sin abrir los ojos, reconociendo que en efecto era un pene vivo, pero no podía ser, por ningún motivo el pene de un niño de 12 años y medio y 1.40 metros de estatura. — Este es el final del truco, pero antes de ponerse así es realmente pequeño. Mamá dice que es porque estoy creciendo en desorden y que seré más grande que papá, y a mi hermana le parece maravilloso que desde ahora tenga este tamaño. ¿Usted qué opina?

A partir de ese momento yo ya no pensaba con claridad y no respondí, pero pude abrir los ojos y constatar que, en efecto, no era ningún truco, que aquel miembro perfecto de 8 pulgadas de largo y del grueso de mi muñeca, estaba pegado de nacimiento al cuerpo del chico. Mientras yo palpaba y estimulaba aquel miembro delicioso, Bobby recorrió la tela de mis calzones de baño y Spanky alcanzó por fin lo que tanto buscaba. — Esto no está bien, esto no está bien… — repetia —, pero…

— Buen chico, buen chico — repetía Bobby a su perro maravilla — Pussy Spanky, pussy. — y el perro se comía mi concha fervorosamente, enloqueciéndome por completo, al mismo tiempo yo estimulaba el miembro gigante en mi mano repitiendo en mi mente que eso no estaba bien aunque se sintiera tan bien.

Spanky trabajaba habilmente desde la puerta de mi culo hasta la punta de mi clítoris, la sensación era sobrecogedora, así que no tardó mucho en hacerme explotar en un delicioso y acuoso orgasmo en su hocico que nunca dejó de trabajarme.

— A Spanky le encanta el sabor de esa agua que sale de ustedes las mujeres cuando “terminan”. ¿Porque no se baja los calzones y deja que él también termine?

— ¿Como dices Bobby? ¿Quieres que también Spanky termine?

— Todos podemos terminar al mismo tiempo, pero debe de dejarme decirle como.

— ¿Y cómo es que tú sabes tanto niñito? — dije yo recuperando el aliento y la posicion en la silla, pero sin soltar el turgente falo entre mis manos.

— Se supone que no debo decirlo, — respondió dudando por un momento — pero usted me gusta y me inspira confianza, así que se lo diré: mi hermana me ha enseñado todo lo que sé sobre estos trucos desde que mi pene empezó a crecer a los 10 años y se me puso así. — dijo señalando con las cejas el arma que yo sostenía exactamente igual de turgente que al principio — Es muy divertido porque pasamos mucho tiempo los dos solos, así que buscamos como ir matando el tiempo y ella tiene muy buenas ideas, y podemos jugar con Spanky también.

— ¿A sí?, y dime, ¿cómo es que juegan los tres juntos?

— Primero quiero que usted me enseñe su truco. Quiero ver como se chupa sus pezones perforados. La primera vez que la vi no lo podia creer, al dia siguiente le pedi a Sally que hiciera y no lo logro.

— Es un truco facil— dije yo. Me sorprendio un poco su peticion, aunque me parecio justa, ya que ahora que nos estabamos conociendo un poco más y yo le sujetaba por el pene, y sabía su insestuoso secreto, podía yo enseñarle al pequeño mis deliciosas tetas 34C con rosados pezones perforados que ese día portaban orgullosos unas herraduras doradas. — para eso necesito soltarte — él dio un paso atrás y yo me saqué del sujetador mis amistosas tetas mostrandoselas a mi nuevo amiguito sin pudor. Estaba enloqueciendo de lujuria y lo estaba disfrutando, el chico ahora estimulaba su erección y yo veía como iba escurriendo líquido, entonces, sin ningun esfuerzo levanté mis dos tetas hasta mi barbilla y saqué la lengua para tocar primero un pezón y luego el otro. Sentí como se endurecían y reaccionaban al familiar estímulo del calor de mi lengua. Los ojos de Bobby se salían de sus cuencas y tenía la boca abierta. Asi lo hice un par de veces más para regocijo de mi público espectador.

— Es increíble — dijo Bobby — Venga le enseñó cómo es que podemos jugar los dos con Spanky, porque él ya está listo.

Entonces cambiamos de posición quedando él sentado en la silla con los calzoncillos en los tobillos; yo, con los calzones resbalados debajo de mi trasero y en cuatro patas, con las nalgas paradas y el perro detrás de mí. Una vez colocados en posición Bobby volvió a darle la orden a Spanky y el perro vino hasta mi trasero con su lengua incansable; yo tomé con una mano el miembro de Bobby, sopesándolo maravillada: era un espécimen de verga perfecto y delicioso, y con mi otra mano estimulaba mis pezones de esa manera que sólo yo sé hacer para encender nuevamente mi motor. Fue entonces cuando me dejé llevar por el momento y envalentonada por toda la experiencia de mis años en el sexo, abrí la boca y me metí aquel pito hasta el fondo de la garganta de una sola estocada. Y comencé a mamarlo con todas mis ganas pues esa belleza se lo estaba mereciendo.

 ¡Wow, mi hermana no puede comérselo así! Me voy a venir más rápido... Yo creo que ya estamos listos para terminar con el truco de Spanky. — Entonces me tomó de la cabeza con ambas manos y retacó su arma hasta el fondo de mi garganta ahogando mi respuesta. — Up boy, up. — y el perro brincó sobre de mí inmediatamente montándome como si fuera una perra igual que él. Su enorme cuerpo y sus manos quedaron en perfecta posición para cogerme e impedirme defenderme y la verga en mi boca me imposibilitaba responder nada. El perro buscaba la entrada de mi vagina, cuando la encontró, de dos estocadas ya estaba dentro de mí. No pude verlo, pero sentía lo grande y extremadamente duro que estaba. Bobby aflojó las manos y pude sacarme su verga de la boca.

— ¡Ta da! ¡Spanky puede follar!

— No dejes que me lo meta todo por favor. — por las películas e historias porno que he leído, yo sabía que si el perro empujaba más iba a meterme su nudo y entonces estaría perdida atorada ahí mínimo 10 minutos y la idea me aterrorizaba. — No dejes que me lo meta todo.

Bobby vino detrás de mí y detuvo el empuje de su perro, pero Spanky jamás detuvo su paso, siguió bombeando dentro de mí con una fuerza que ningún humano hubiera podido tener y taladraba mi vagina a una velocidad estremecedora. La escena en sí era completamente fuera de la realidad: el vecino de 12 años con verga de adulto había venido hasta mi casa a cogerme con su perro gigante amaestrado. ¿Cuánta perversión acababa yo de añadir a mi colección? Incesto, estupro, zoofilia, violación. El simple hecho de pensarlo me hacía duplicar la excitación. Todas aquellas palabras oscuras y prohibidas, actos calificados como sucios y perversos eran ahora las que me tenían al borde de perderme en el placer y dejarme hacer cualquier cosa. Estaba viviendo en carne propia una violación animal y podrían acusarme de estupro por tener juegos sexuales con un menor de edad, así que no pude más y me dejé llevar por el placer. No tardé mucho para explotar en un orgasmo sonoro y acuoso gracias a una verga de perro de 20 centímetros en el fondo del útero. Abrí los ojos mientras recuperaba el aliento con el perro todavía montado en mí. Bobby ya estaba con su verga palpitando y dura frente a mis ojos, lista para atacar lo que se moviera.

— Down boy, down.

El perro bajó de mí y se retiró a un rincón a lamerse su rosado pene. Yo continuaba en cuatro patas jadeando y escurriendo jugos vaginales, tenía los pezones como de piedra y la boca seca. A estas alturas del partido ya no me importaba nada en lo absoluto, así que tome la verga de Bobby y la trabajé con la boca como una verdadera profesional de las mamadas, obteniendo su leche en menos de lo que canta un gallo. Copiosos chisguetes de semen salían disparados a mi rostro.

— También te vienes como adulto, ¿eh? Que bien, me da mucho gusto.

— A nosotros también nos da mucho gusto que se haya venido, aunque Spanky no haya terminado de verdad — dijo señalando al perro que seguía lamiendo su rosado y extraño miembro. Hasta ese momento pude verlo realmente y, aparte de ser muy feo, era tan grande como el del niño y el nudo de la base tan grande cómo una naranja. ¿Cómo esperaba meterme algo así de grande? —. Y estamos para servirle, podemos venir con nuestros trucos cuando usted guste.

— Eso ya lo veremos. Ahora quiero que guardes esa cosa que tienes ahí — dije señalando su pene aún turgente y con una gota de semen colgando de la punta — y tomes a tu perro gigante y me dejen sola. Ha sido suficiente por hoy.

— Hasta pronto señorita Tisha. Ah! Y le recuerdo que Spanky es incansable y puede hacerlo muchas veces seguidas… Y a mí me dura parada casi el mismo tiempo que a él, ¡aunque me venga más de una vez! — presumió orgulloso.

Así se despidió mi vecinito Bobby de 12 años y medio aquella mañana. He de confesar que han venido otras dos ocasiones en esta semana y hemos tenido más de sus trucos y de su perro. Gracias a eso, mi vida sexual ha dado un vuelco importantísimo. Ahora, las palabras incesto, estupro, zoofilia y violación, más todo lo perverso que de ellas emanen, son el principal aderezo de mis fantasías sexuales y me confieso atrapada y adicta.

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